Domingo de mi infancia...
Vestidos de guapos...
mis dos hermanos y yo...
de visita con mis padres...
Un amigo de nuestro progenitor...
también emigrante en el Sur de Francia
nos invito a su casa...
Él...
según mi padre...
un buen hombre en el vicio de lo exagerado...
conocido a pie de andamios en el mismo trabajo …
Por las mañanas solían desayunar juntos…
en algún bar de carretera…
Antes de entrar al frío de las obras…
un carajillo hirviendo…
Las veces que lo acompañe…
siempre me quedaba perplejo en ver como se bebía aquel café de infierno...
Por las mañanas solían desayunar juntos…
en algún bar de carretera…
Antes de entrar al frío de las obras…
un carajillo hirviendo…
Las veces que lo acompañe…
siempre me quedaba perplejo en ver como se bebía aquel café de infierno...
A mi padre...
le hacía gracia
oír aquello de multiplicar todo en mentiras compulsivas
en boca de su compadre...
en boca de su compadre...
Quizás sin darse cuenta...
este personaje hablaba desde un punto de vista de comedia…
¿Quien sabe?...
¿Quien sabe?...
Fantasía del lenguaje
en ignorancia de proporciones...
en ignorancia de proporciones...
Dijo...
que en su casa tenia una botella de coñac
de un metro de alto...
de un metro de alto...
Después de un largo viaje
en caminos de los de antes...
llegamos a casa extraña...
Mi madre...
con bandeja de pasteles
para corresponder en buenos modales...
Una tarde lamentable...
Efectivamente…
y como excepción…
una mentira a medias...
y como excepción…
una mentira a medias...
este señor tenía una botella de ese tamaño...
con la salvedad de que en ella
solo quedaban los posos de lo que fuera coñac...
En edad de crecimiento...
hambre y horas
interminables en conversaciones banales...
interminables en conversaciones banales...
La anfitriona
guardó en la cocina los dulces...
Creo…
que en toda mi vida
que en toda mi vida
no he tenido tantas ansias por dar mordisco a aquellos
pasteles...
trofeos de placer en lenguas y bocas de apetencias...
Y...
ni por asomo
pudimos probar aquellos deseados manjares...
pudimos probar aquellos deseados manjares...
Miradas intranquilas
en espera que nos invitaran a algo...
Ese algo no vino...
con las ganas no quedamos con sabor amargo...
De vuelta a casa
mi padre en un despiste
se equivocó de camino...
se equivocó de camino...
nos llevo a más de lo lejos...
Mi madre irritada le cantó las cuarenta…
quizás para fogar
una tarde de ayuno...
Cuánto aprendí de aquel día!...
Las visitas hay que saber atenderlas...
en abundancia de lo mejor que tengamos...
agradeciendo sus presencias!...
agradeciendo sus presencias!...
O...
no tenerlas si del alma no nace...
Ser anfitrión
es un placer y un orgullo...
sabiendo ser generosos
en lo exquisito del compartir!...
Si exageramos que sea con fundamento…
aun así...
más vale quedarse cortos evitando tacañería...
La abundancia
es tan hermosa
cuando en ella uno se prodiga!...
cuando en ella uno se prodiga!...
Invitemos!...
Con cariño y respeto...
Enrique...
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